Ser padres significa dar tiempo, comprensión y cariño a nuestro hijo.
En etapa escolar, el niño necesita enormemente que sus padres estemos con él, que le demostramos nuestro amor con acciones, caricias y palabras, que lo tomemos en cuenta y lo orientemos; que manifestemos interés por su desempeño en la escuela y le demos apoyo y aliento en los momentos difíciles. Algunos padres piensan que al entrar a la primaria, la educación de sus hijos pasa a ser responsabilidad de la escuela, y entonces se desentienden de él: “Yo ya hice todo lo posible, ahora les toca a los maestros”. Esto no es cierto y no debe ser. Un niño desatendido por su familia no cuenta con él sus tengo necesario ni con la confianza para realizar un trabajo satisfactorio en la escuela, y tampoco para superar los retos de un mundo cada vez más complejo.
Ser padres nos compromete a favorecer el aprendizaje y el desarrollo del niño.
El niño de primaria quiere un ambiente estimulante y las oportunidades y medios para cultivar al máximo sus capacidades naturales. En la escudad escolar, sin darnos cuenta miramos a nuestro hijo con menor atención, pues su desarrollo no es tan evidente como cuando era pequeño. Sin embargo, esta fase resulta una de las más interesantes en la evolución del aprendizaje. Los padres hemos de aprender a observar a nuestro hijo, dialogar con él y estar abiertos para disfrutar lo que dice y lo que hace. Aun cuando la capacidad del niño y el aplomo para expresar sus ideas y para cuestionar nuestras opiniones puede causarnos cierto asombro e incomodidad, todavía quiere saber qué pensamos y necesita nuestra respuesta.
Ser padres nos hace responsables de ayudar a nuestro hijo a convertirse en una persona autónoma.
En la etapa escolar, el niño trata de complacer a los adultos que quiere, y hace cualquier cosa por semejarse a sus héroes. Los padres todavía somos uno de ellos. Por eso tenemos que estar conscientes de lo que le enseñamos, no sólo por lo que decimos, sino también por la manera en que actuamos y nos relacionamos. El niño entiende las palabras, pero también las miradas y los silencios, el tiempo y adopta muchas de nuestras conductas y actitudes. Además de ser modelos para nuestro hijo, es fundamental enseñarle a reflexionar sobre sus valores, a tomar decisiones y asumir las consecuencias de sus acciones, así como a esforzarse para lograr las cosas por sí mismo.
Ser padres significa propiciar la vida social de nuestro hijo.
Mientras que, por un lado, el niño necesita nuestro ejemplo, apoyo y amor, por otro, se independiza cada vez más. Nuestro papel es darle confianza para relacionarse, ayudarlo a adaptarse a la escuela, hacer amigos y llevarse bien con los demás; hacerlo sentir útil a su familia, comprometido con su comunidad y responsable de mejorar su entorno en la medida de sus capacidades y posibilidades.
Ser padres requiere preguntarnos qué queremos lograr con la educación que damos a nuestro hijo.
Para educar al niño debemos tener lo más claro posible qué clase de persona queremos que sea, establecer metas claras y buscar la manera de alcanzarlas. Decir: “Yo educo a mi hijo como me educaron a mí” resulta insuficiente, pues la vida y los problemas de hoy requieren respuestas nuevas.
Ser padres exige prepararnos para cumplir lo mejor posible nuestra tarea más importante.
Saber educar no es una habilidad instintiva que podemos dejar al azar, y tampoco basta con sentido común para educar a un niño. Esto no significa que necesitamos estudios muy elevados para ser buenos padres, pero sí debemos reflexionar e instruirnos para disponer de herramientas que nos lleven a actuar con mayor eficacia.
Educar a un hijo es educarse también a sí mismo.
Cuando un niño llega a la primaria, los padres hemos completado un periodo fundamental en su educación. Ahora comienza una nueva etapa en la que hemos de encontrar formas diferentes de guiarlo. Debemos cambiar algunas de las pautas de educación que habíamos utilizado en la etapa preescolar y establecer con nuestro hijo nuevas responsabilidades y formas de diálogo. Nuestro pequeño se ha convertido en un niño ávido de conocer y requiere ser tomado en cuanta en mayor número de actividades. Podemos aprovechar este periodo para aprender acerca de los temas que nos entusiasman y ser para él adultos interesantes que le informan, le responden y lo cuestionan, que le ofrecen una conversación rica y le muestran una vida personal atractiva.
Un niño puede ser fuerte interminable de sorpresas y diversión.
Sus risas, sus juegos, sus reflexiones y su curiosidad, nos dan ocaciones de disfrutar cada día, de aprender y de explorar el mundo junto con él. De nosotros depende vivir la paternidad como una carga o como un compromiso lleno de satisfacciones y alegría.